LO QUE SOÑÉ PARA TI (Iliana JIménez)



Estas palabras del poeta libanés Kahlil Gibrán nos llevan a conectarnos con una verdad que, a simple vista, puede resultar muy obvia, pero que para algunos padres no necesariamente lo es. "Los hijos son hijos de la vida", ¡cuántas veces decimos o escuchamos esta frase!. Como padres, es importante que reflexionemos al respecto ¿Realmente comprendo el verdadero significado de esta frase? ¿Es solo un decir o genuinamente forma parte de mi sistema de creencias? ¿Están mis sentimientos, pensamientos y acciones hacia mis hijos, alineados con esta creencia?   

Así como para un bebé su madre y el mundo son una extensión de él, hasta que, como parte de su proceso de desarrollo, va aprendiendo a diferenciarse, algunos padres sostienen la creencia errada de que sus hijos son una extensión de sí mismos y que por tanto les pertenecen y pueden disponer de sus vidas, sin que para ello medien los gustos y deseos de los niños. Ver a los hijos como "nuestra creación", reflejarnos e identificarnos con ellos, de cierta forma asegura nuestra identidad, pero ¿qué sucede cuando depositamos en los hijos nuestros propios sueños no alcanzados, nuestros deseos de reconocimiento y realización personal, imponiéndoles nuestras preferencias y deseos?. Del amor incondicional pasamos a un amor regido por expectativas y condiciones. Así lo refiere Rosa Baroccio,  educadora, en su libro "Disciplina con amor", considerándola una actitud equivocada de los padres a la que denomina "expectativas cerradas", que si bien, en los primeros años de nuestros hijos no parecen representar un problema, en la medida en que los niños avanzan en su desarrollo comienzan a serlo.

Quizás eres un fanático de los deportes, jugaste al beísbol o, a pesar que lo deseabas, no lograste hacerlo, ahora te dedicas a esperar ese momento en que tu hijo  llegue a las Grandes Ligas e impresione a todos con su home run. Tu hijo, en cambio, quien se inclina hacia la música y el canto, se ve forzado a complacerte y asiste a las prácticas de béisbol, sacando voluntad de donde no la tiene, mientras dentro de sí solo resuena la melodía de su nostalgia por la música. Tal vez soñaste ser actriz o bailarina, sin embargo, honrando  la tradición familiar, decidiste hacer familia a edad temprana, pero, ¡ahora tienes una hija!, así que sueñas con ese momento en que ella irrumpa en los escenarios y sea testigo de la admiración de su público. Le calzas sus zapatos de ballet que, aunque son de su talla, le aprietan y pesan enormemente, porque llevan la carga simbólica de saber aprisionado su sueño de practicar el fútbol.

Esta actitud solo genera frustración en ambos. Con el tiempo, surgen los conflictos, los enfrentamientos, los resentimientos. Así se inician las muchas historias de "Títulos colgados", de insatisfacciones personales y profesionales. Las expectativas cerradas de los padres se manifiestan de muchas otras formas, algunas de las cuales compartiremos en próximas entregas. Reflexiona sobre este tema, pregúntate ¿admiro a mi hijo por quien es o tal admiración está condicionada por cuánto satisface mis anhelos?. Los padres tenemos derecho a soñar, pero no tenemos derecho a aplastar los sueños, ideales y deseos de nuestros niños, a favor de los nuestros. No podemos vivir por ellos, ni vivir por mediación de ellos, lo que no nos arriesgamos a vivir en nuestro momento. Ejercitemos la flexibilidad en el sentir, pensar y el hacer, para así, con gratitud, ser testigos del autodescubrimiento de nuestros hijos, de ese transitar paso a paso que les llevará a convertirse en lo que ellos, y solo ellos, sueñan ser..

Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la vida, deseosa de sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que
vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis
el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el
ayer. Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos,
como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.
El arquero ve el blanco en la senda del infinito y os
doblega con su poder para que su flecha vaya veloz y
lejana. Dejad, alegremente, que la mano del arquero os
doblegue. Porque, así como él ama la flecha que vuela,
así ama también el arco, que es estable.

Kahlil Gibrán, en su libro El Profeta